The Constructed Moment

This blog discusses the way in which we design, make, select, evaluate and publish fashion and advertisement photographies as a sub-genre. This is a place of reflection. We have no unveiled truths, yet we are seeking answers.


viernes, 27 de junio de 2014

About fashion stylists

Texto en español, aqui.



“Essentially what you’re doing is collaborating with the photographer to create an image that reflects the fashion you’re trying to capture and also hold a mirror  up to the zeitgeist at the moment.”
— Hamish Bowles 





The manifestation of the specialization of team members has historically been the result of the process of consolidating fashion photography and its professionalization. They assume the different tasks involved in the construction of a fashion image in the terms that this blog formulates in its name—The Constructed Moment.

Some authors, in their records, tell about how during the first fashion sessions, the models would do their own make up and prepare their garments. From this we can only assume that the first members of a shooting, back then, were the photographer and the model.

I still haven’t been able to properly document how the new pieces of this set up came to happen (and I’m grateful for any information any of you can give me). Asking other people about the topic for this entry [1], they tell me that hairdressers used to have recognition above make-up artists—and most likely, a little bit of more participation during the early stages of a shooting— as for the make-up artists, I believe that images in color had to generate the pressing need of incorporating a professional; someone responsible of making the skins of the models give a perfect registry on magazines.

As I understand, stylists also join shootings as the ones responsible for garments in a simultaneous way to make up artists. The acknowledgement of this task was consolidated by Vogue (led by Anna Wintour) when they published credits over the images on the magazine. In fact, magazines like i-D and Dazed advanced this process in the 80s and consolidated it in the 90s by naming the stylist as a part of the team that made the photographic content of the magazine a reality.

Nowadays, we can say that a minimal photo shooting has a photographer, a model, a make-up artists and or a hairdresser and last, yet more frequent and essential, a stylist. 

I say a ‘minimal photo shooting’ because it’s almost impossible to currently find a photo shooting that doesn’t have a stylist. In terms of fashion, the stylist is like the conductor of an orchestra. He or she is the one that interprets the sheet music in front of them, this understood in terms of fashion. Another way to confirm the importance of this role is by observing the prominence of some people in the industry: Polly Mellen, Grace Coddington, Giovanna Battaglia, Nicola Formichetti, Emmanuelle Alt, Anna Dello Russo and Edward Enninful, just to mention a few. These stylists share the same level of recognition as many of the most prestigious photographers, magazine’s editors, designers in the fashion world.

A good stylist is capable of giving a new vision to garments.
It is a common issue in fashion that brands, beyond the imaginary scenarios they produce, question the new meaning their products will elicit once under the editorial approach of photography. This contrast comes from the fear to misunderstand the message the brand wants to deliver; I personally think that there is no reason for the mistrust. If we are strategic for a moment, both brand and magazine will bond when there is a common target: they share the same audience; hence, they have to share some characteristics. When the target public of a magazine is not the same as the brand’s then, it could also be understood as an opportunity to reach a new audience. Another important fact is that an editorial leaves little room to be interpreted as a language for the published brands, since it is already a clear concept announced on the header.

A brand needs to know that a loan of garments means recognition by giving credit to the products. This can be convenient at times, and yet sometimes, it could be wiser not to do so, which led me to reflect about giving proper credit in magazines. A couple of months ago, while I was reading a magazine, and being impressed by some style I saw, I looked for the credits to know who had created it and was surprised by realizing there wasn’t any. The name of the make-up artist was there, but not the stylist’s.

To the magazines which are not yet giving proper credit to stylists, I’m telling you, it’s time to acknowledge this part of evolution in the industry. It is fundamental to do it, since this person, in the case of the best, is interpreting fashion and is capable of reading the aesthetic sensitivity of the ultimate consumer, who is the at the end of the day, the spectator of the constructed images.









[1] in conversations with William Cruz and Laura Echavarria




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jueves, 26 de junio de 2014

Sobre los estilistas.




Text in english, here




Básicamente lo que estas haciendo es colaborar con el fotógrafo para crear una imagen que refleje la moda que tratas de capturar y también atrapar el reflejo del espíritu del momento

— Hamish Bowles





Históricamente, el proceso de consolidación de la fotografía de moda y su profesionalización, han tenido como una de sus manifestaciones la especialización de los integrantes del equipo de trabajo, que asumen las diferentes tareas involucradas en la construcción de la imagen de moda en los términos que este blog enuncia en su encabezado.

Algunos autores documentan que en las primeras sesiones las modelos se maquillaban a sí mismas y organizaban el vestuario, por lo que podemos asumir que los primeros miembros de una producción de moda fueron el fotógrafo y la modelo.

Aún no he podido documentar con precisión como se fueron incorporando las nuevas piezas de este ensamblaje (se agradece cualquier información que los lectores me puedan aportar al respecto). Indagando para esta entrada me cuentan[1] que los peinadores tenían cierto reconocimiento por encima de los maquilladores (y seguramente algo de participación desde épocas tempranas). Con respecto a los maquilladores, creo, la imagen en color tuvo que generar la necesidad cada vez más apremiante de incorporar un profesional, alguien responsable de hacer que las pieles de las modelos dieran un registro perfecto en las publicaciones.

Por lo que entiendo, los estilistas se vinculan como responsables del vestuario de manera simultánea a los maquilladores. El reconocimiento de esta tarea se consolida con la publicación de los créditos por parte de la Vogue americana (en cabeza de Anna Wintour), aunque en realidad estuvo precedido por los movimientos a finales de los 80 y consolidado en los 90 gracias a publicaciones como i-D y Dazed and Confused, que reseñaban el nombre del estilista como parte de los colectivos que elaboraban el contenido fotográfico.

Hoy en día podemos decir que una producción mínima tiene un fotógrafo, una modelo, un maquillador y/o peinador y, por último, pero cada vez más frecuente e imprescindible, un estilista.
Digo ‘una producción mínima’ porque una producción seria hoy en día sin un estilista es muy difícil de encontrar. En términos de moda, el estilista es como el director de orquesta, es el que da una interpretación a la partitura que tiene en frente (entiéndase como el concepto de moda). Otra manera de confirmar la importancia de este rol es observando la importancia dentro de la industria de personajes como: Polly Mellen, Grace Coddington, Giovanna Battaglia, Nicola Formichetti, Emmanuelle Alt, Anna Dello Russo y Edward Enninful, entre muchos otros. Estos estilistas comparten igual nivel de reconocimiento dentro de la industria que los más afamados fotógrafos, directores de revista, diseñadores, etc.

Un buen estilista es capaz de dar una nueva visión a las prendas.

Más allá de los imaginarios de las marcas que las producen, es un problema común en el oficio que las marcas cuestionen el nuevo significado de sus productos bajo el enfoque editorial de la fotografía. El choque nace de un temor a que se tergiverse el mensaje de la marca y, personalmente, considero que no hay razones para este recelo. Siendo estratégicos, marca y publicación, solo se vincularán cuando exista un público en común: comparten la misma audiencia, por lo que deben compartir ciertos rasgos. Cuando el público de la revista no es el mismo de la marca, también podría interpretarse como una oportunidad de acceso a un público nuevo. Otro detalle importante: el editorial deja poco espacio a ser interpretado como un lenguaje de las marcas presentes, ya que suele apoyarse en la diversidad de los productos presentados bajo un concepto claro que se enuncia en su titulo.

La marca debe ser consciente de que un préstamo de vestuario implica un reconocimiento (la reseña de sus productos). En algunas ocasiones puede ser conveniente, en otras tal vez es más astuto no figurar.

Frente a este tema, reflexionaba también acerca de los créditos en nuestras publicaciones. Revisaba  hace un par de meses una revista y al ver un estilismo que me impactó, busque el crédito, para descubrir que no había tal. Figuraba el nombre del maquillador, más no el del estilista.

A las publicaciones que aún no hacen reconocimiento de sus estilistas, les digo que es momento de reconocer esta evolución en la industria, es fundamental dar el respectivo crédito a este personaje que interpreta la moda y es capaz –en el caso de los mejores- de leer la sensibilidad estética del consumidor final, el espectador de las imágenes que se construyen.






[1] En conversaciones con William Cruz y Laura Echavarria



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