“Básicamente lo que estas haciendo es colaborar con el fotógrafo para crear una imagen que refleje la moda que tratas de capturar y también atrapar el reflejo del espíritu del momento
— Hamish Bowles —
Históricamente,
el proceso de consolidación de la fotografía de moda y su profesionalización,
han tenido como una de sus manifestaciones la especialización de los
integrantes del equipo de trabajo, que asumen las diferentes tareas
involucradas en la construcción de la imagen de moda en los términos que este
blog enuncia en su encabezado.
Algunos
autores documentan que en las primeras sesiones las modelos se maquillaban a sí
mismas y organizaban el vestuario, por lo que podemos asumir que los primeros
miembros de una producción de moda fueron el fotógrafo y la modelo.
Aún
no he podido documentar con precisión como se fueron incorporando las nuevas
piezas de este ensamblaje (se agradece cualquier información que los lectores
me puedan aportar al respecto). Indagando para esta entrada me cuentan[1] que los peinadores tenían
cierto reconocimiento por encima de los maquilladores (y seguramente algo de
participación desde épocas tempranas). Con respecto a los maquilladores, creo,
la imagen en color tuvo que generar la necesidad cada vez más apremiante de
incorporar un profesional, alguien responsable de hacer que las pieles de las
modelos dieran un registro perfecto en las publicaciones.
Por
lo que entiendo, los estilistas se vinculan como responsables del vestuario de
manera simultánea a los maquilladores. El reconocimiento de esta tarea se
consolida con la publicación de los créditos por parte de la Vogue americana
(en cabeza de Anna Wintour), aunque en realidad estuvo precedido por los
movimientos a finales de los 80 y consolidado en los 90 gracias a publicaciones
como i-D y Dazed and Confused, que reseñaban el nombre del estilista como parte
de los colectivos que elaboraban el contenido fotográfico.
Hoy
en día podemos decir que una producción mínima tiene un fotógrafo, una modelo,
un maquillador y/o peinador y, por último, pero cada vez más frecuente e
imprescindible, un estilista.
Digo
‘una producción mínima’ porque una producción seria hoy en día sin un estilista
es muy difícil de encontrar. En términos de moda, el estilista es como el
director de orquesta, es el que da una interpretación a la partitura que tiene
en frente (entiéndase como el concepto de moda). Otra manera de confirmar la
importancia de este rol es observando la importancia dentro de la industria de
personajes como: Polly Mellen, Grace Coddington, Giovanna Battaglia, Nicola
Formichetti, Emmanuelle Alt, Anna Dello Russo y Edward Enninful, entre muchos
otros. Estos estilistas comparten igual nivel de reconocimiento dentro de la
industria que los más afamados fotógrafos, directores de revista, diseñadores,
etc.
Un
buen estilista es capaz de dar una nueva visión a las prendas.
Más
allá de los imaginarios de las marcas que las producen, es un problema común en
el oficio que las marcas cuestionen el nuevo significado de sus productos bajo
el enfoque editorial de la fotografía. El choque nace de un temor a que se
tergiverse el mensaje de la marca y, personalmente, considero que no hay razones
para este recelo. Siendo estratégicos, marca y publicación, solo se vincularán
cuando exista un público en común: comparten la misma audiencia, por lo que
deben compartir ciertos rasgos. Cuando el público de la revista no es el mismo
de la marca, también podría interpretarse como una oportunidad de acceso a un
público nuevo. Otro detalle importante: el editorial deja poco espacio a ser
interpretado como un lenguaje de las marcas presentes, ya que suele apoyarse en
la diversidad de los productos presentados bajo un concepto claro que se
enuncia en su titulo.
La
marca debe ser consciente de que un préstamo de vestuario implica un
reconocimiento (la reseña de sus productos). En algunas ocasiones puede ser
conveniente, en otras tal vez es más astuto no figurar.
Frente
a este tema, reflexionaba también acerca de los créditos en nuestras
publicaciones. Revisaba hace un par de
meses una revista y al ver un estilismo que me impactó, busque el crédito, para
descubrir que no había tal. Figuraba el nombre del maquillador, más no el del
estilista.
A
las publicaciones que aún no hacen reconocimiento de sus estilistas, les digo
que es momento de reconocer esta evolución en la industria, es fundamental dar
el respectivo crédito a este personaje que interpreta la moda y es capaz –en el
caso de los mejores- de leer la sensibilidad estética del consumidor final, el
espectador de las imágenes que se construyen.
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