“Se
compra lo que se desea”
— De los textos de publicidad —
Al interior de la
fotografía comercial y de la de producto respectivamente, aparece el campo de
la fotografía de alimentos; el cual, fuera de entretenido y en la mayoría de
los casos muy sabroso, es muy agradecido con las imágenes que para este se
producen. En esencia no es un área de gran exigencia técnica y aunque se pueden
llegar a tomas de gran elaboración y complejidad es un campo donde la
sensibilidad con los alimentos que se presentan en la imagen es el principal
protagonista.
En casi todos los
textos de fotografía comercial se habla de lo denotativo y lo connotativo de la
imagen: lo que esta muestra y lo que podemos comunicar más allá de la descripción
de los objetos. Y es en esta comunicación donde muchos de las fotos de
alimentos fallan: no es mostrar un alimento lo que busca la imagen, es provocar
el deseo de consumirlo, creo en ningún otro genero la función de vender de una
imagen publicitaria es tan inmediata, una buena foto de alimentos genera en
nosotros la sensación de “yo quiero”, que rico” o “eso parece muy bueno”. ¿Acaso
no es eso lo que busca la publicidad?
Pero es claro que
no todas las fotos de alimentos convencen, ¿cuántas ve usted que no le provocan
ningún deseo? Mostrar el producto no es venderlo, cuántas veces toca decirle
eso a los clientes. Mostrar el producto es indicativo de que este existe, pero
en el mundo existen mil cosas que no necesitamos, generar el deseo de
consumirlo es la función primordial del mensaje publicitario.
Al inicio digo que la
fotografía de alimentos puede llegar a no ser técnicamente compleja, ya que las
soluciones muy elaboradas en ciertos casos puede agregar una sensación de
irrealidad a la imagen que puede ser contraproducente en la búsqueda del efecto
deseado ya que la imagen parecerá falsa y la comida pude empezar a parecer de
plástico lo que arruina el efecto; en la mayoría de los casos el éxito de la
fotografía de alimentos está en su puesta en escena, en tener la sensibilidad
adecuada para presentar el plato de la mejor manera posible, por eso generalmente
es necesario un maquillador de alimentos con el que se trabaja cuando no hay un
chef al frente del plato que estamos fotografiando. Uno u otro son los
encargados de aportar esa dosis de sensibilidad hacia el alimento que a muchos
fotógrafos les puede o nos puede faltar a la hora de realizar la fotografía.
Es esa dosis de
sensibilidad al trasmitirla en la imagen es la que hace que un arroz se vea con la
textura adecuada, que un reducido quede con el color preciso, o que una torta
tenga la textura adecuada en la imagen, porque si algo utilizan las fotos de
alimentos es el color (nótese que es casi inexistente la foto en blanco y
negro) y la textura de estos para provocar sensaciones en el espectador.
Por eso es
lamentable ver muchas fotos de alimentos mal presentados, que ilustran
cantidades inadecuadas de este, sin una descripción adecuada de las texturas,
los volúmenes, el color y los ingredientes que el plato tiene para ofrecernos.
De la misma manera que nos sentiremos engañados con una buena foto, cuando el
plato que llega no es cercano a lo que la imagen nos representa. Es necesario
hacer siempre una representación justa de los alimentos, que cuando estos
lleguen sean lo esperado, pero que también nos hablen de la mística de quien los
prepara. ¿Qué se puede esperar de un lugar que nos muestra los alimentos que
vende de una forma deslucida y sin gracia?
Comer es algo casi
tan necesario como vestirnos, darle gusto al paladar en algunos caso puede
compararse con la sensación de vernos frente al espejo con algo que sabemos no
hará lucir mejor. Son muchas las analogías que podríamos hacer, de la misma
manera que las podemos hacer con las funcionalidades de las imágenes de moda y
alimentos.
No es solo mostrar
el producto, es crear un mundo de sensaciones alrededor de él. Eso es más
cercano de lo que parece a simple vista.